Las palabras son poderosas.
Las palabras no solo denotan, no sólo nombran ideas, conceptos, objetos y personas. No sólo proporcionan información objetiva.
Las palabras también connotan. Nos sugieren valores, experiencias y significados que no se expresan directamente, sino que se insinuan.
Etiquetar a una persona o una empresa, no sólo conlleva asignarle una adjetivación explícita, sino también proyectar una serie de valores, suposiciones y asociaciones inconscientes.
Por eso el etiquetado es tan poderoso...y tan peligroso.
Charlene Li y Josh Bernoff en su libro 'El mundo groundswell' hacen referencia al tema en relación fundamentalmente a la reputación de las empresas en la red y al desafío que para los poderes establecidos supone la actividad de etiquetado que se desarrolla en los medios sociales y la Web 2.0.
Cuando un usuario asocia una etiqueta a una empresa, ya sea en un blog, en Twitter, en herramentas sociales de etiquetado, etc está clasificando a dicha empresa en una categoría. Ya la denotación que este etiquetado conlleva es poderosa, un arma en manos de las personas, de todas las personas, pero a ello se une la connotación que estas etiquetas suponen, y el fenómeno se potencia más cuando buscadores y otros filtros asocian a la empresa con dicha etiqueta.
Así lo explican los autores:
"La clasificación por etiquetas parece inocua, pero por supuesto, no podrá controlar cómo le etiquetan los demás a usted o a sus productos"
Y mucho más radical:
"La forma en que las empresas etiquetan el mundo es la fuente de su poder... Las etiquetas [en el mundo groundswell] erosionan ese poder"
El etiquetado confiere pues, poder a las personas frente a empresas y poderes establecidos. Pero todo poder implica una responsabilidad ética.
Las palabras son poderosas. Las etiquetas son poderosas. Utilicémoslas con responsabilidad.
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Hace 11 horas
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